Culo inquieto

Ya han pasado dos años desde que llegamos a California tras un paréntesis de otro año viviendo y trabajando en Madrid. El blog sigue su curso, esta vez más centrado en este "life'changing event" que nos está pasando. Y como siempre (o casi)el blog sigue llegando...¡¡¡EN ESPAÑOL!!! Sumamos y seguimos, y añadimos un nuevo miembro a nuestra familia: Sarita Do-Fernández.

sábado, 25 de abril de 2009

También Nació en el Mediterráneo

Murciano de nacimiento, madrileño (y del Atleti) de crianza, ruso de prestado y ciudadano del mundo de sentir, mi abuelo andará ahora reconvertido en genista o en pino, o en amapola, que es roja y eso a él le habría gustado mucho más. Mi abuelo Juan, que por poco no llegó a saber del alumbramiento de Sara, por algo más de tiempo no llegó a tenerla en sus brazos no dejó que le viera sólo una vez más. Tiempo... eso era lo que él pensaba que no tenía, y vivió más de 9 décadas pese a su frágil salud de hierro.
En Julio hará un año que ya no está sentado en su butaca bajo la claraboya esuchando la radio, un año que no cuenta sus pastillas de colores al desayuno, que no me llama "chatilla", que en su mente no suenan tangos de Gardel. Tiempo... tiempo el que me faltó a mí para despedirme, sin saber en las navidades del 2007 que aquella noche antes de salir con rumbo a Barajas sería la última vez que le vería.

Si algun día para mi mal
viene a buscarme la parca,
empujad al mar mi barca,
con un levante otoñal
y dejad que el temporal
desguace sus alas blancas.
Y a mi enterradme sin duelo,
entre la playa y el cielo.

En la ladera de un monte
más alto que el horizonte.
Quiero tener buena vista.
Mi cuerpo sera camino,
le daré verde a los pinos
y amarillo a la genista.

Cerca del mar, porque yo...
nací en el Mediterraneo.

jueves, 16 de abril de 2009


Cada día sale el sol, y él alumbra los descubrimientos de la pequeña Sara. Este mundo manido, gastado, a veces aburrido y predecible es un lienzo en blanco para ella, y hasta lo más trivial ante mis ojos es algo fascinante ante los suyos. La envidio por ello y la compadezco al mismo tiempo, porque ella no lo sabe, y me alegro de poder disfrutarlo a través de los ojos de una madre, que son muy distintos a los de una hija que no tuvo descendencia aun.
¿Quién sabe cuál llamará su atención hoy? Quizá el salpicar del agua en la cara al agitar las manos en ella; el sonido de un beso gordo en ese pliegue del cuello; la suavidad del pelo de Neo; los destellos del sol al pasar a través del panel de cristal de la ventana; cómo sabe una fresa; el calor que sale del secador; el olor del detergente en la ropa recién lavada; el dolor de la uña al rasgar la piel; las cosquillas del pelo de mamá en la frente; el sonido de dos cucharas al golpearlas; que papá sale y se esonde tras el quicio de la puerta por cuanto tiempo Sara decida reirse; que la risa desatada acaba por hacer a la tripa doler; las cosquillas de las puntas de mis dedos en la planta de sus pies; que las lágrimas que uno llora son siempre saladas, a veces incluso amargas; que a la noche, la luz se va pero vuelve cada día para descubrir nuevas cosas.